Aunque pueda parecerte sorprendente, es muy fácil ser responsable de sobreprotección infantil especialmente cuando se trata de nuestros propios hijos. A continuación, te vamos a detallar las posibles consecuencias y las claves que te permitirán identificar esta conducta, a fin de que puedas corregirla a tiempo, si fuera necesario.

El comienzo de la sobreprotección

Ante el desconocimiento de lo que se le puede exigir a un niño, solemos ver que es habitual que los padres fomenten conductas más infantiles de lo correspondiente para su edad.

Realizar determinadas actividades en su lugar por miedo a que les salgan mal, anticipar sus posibles necesidades para hacerles la vida más fácil, o evitar cualquier enfrentamiento con los deseos o discrepancias de los hijos para evitarles situaciones estresantes. Todo ello son ejemplos de cómo puedes, sin darte cuenta, empezar a sobreproteger a tu hijo, evidentemente con la mejor de las intenciones.

¿Cuáles son las consecuencias?

Cuando a los niños les imponemos normas y conductas que les llevan al inmovilismo, cuando les vigilamos y cuidamos de manera constante hasta el punto de darles todo solucionado, lo más probable es que fomentemos un desarrollo insuficiente o tardío de habilidades que todo ser humano debe acabar haciendo por sí mismo: vestirse y comer, por ejemplo, o incluso llegar a ser incapaz de dormir solo.

Lo que te recomendamos hacer, es adoptar una conducta con la que fomentes al niño a aprender por sí mismo, haciéndole sugerencias y guiándole cuando lo solicite o cuando realmente lo necesite. De lo contrario, en lugar de capacidad de resolución, iniciativa y templanza ante situaciones de frustración, su carácter será más propenso a la pasividad, adoptando con frecuencia la conducta más cómoda e inactiva, y desarrollando además un bajo nivel de tolerancia ante la posibilidad de fracaso.

Un niño que se ve forzado a una situación de dependencia constante, lo vemos desarrollar un estado emocional de muy baja autoestima, de poca seguridad en sí mismo, lo que le impedirá resolver dificultades por el simple hecho de creerse incapaz de enfrentarlas. Los niños protegidos, habitualmente, tampoco saben esperar la gratificación derivada de cualquier tarea constructiva que puedan realizar, ni saben valorar en su justa medida nada de lo que les pertenece.

La experiencia de los niños es vital

Tu hijo, como todo ser humano, necesita probar por sí mismo los resultados de sus éxitos, tratar de alcanzar metas cada vez más difíciles y superar sus fracasos con creciente entereza. Al mismo tiempo, esto le hace más consciente de los sentimientos de los demás, haciendo crecer su empatía al pasar por sí mismo por diferentes vivencias que aumentan su comprensión.

En definitiva, te instamos a detenerte a contemplar la posibilidad de estar ejerciendo una sobreprotección infantil que pueda perjudicar el desarrollo como personas de tus hijos.

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